Orígenes del fútbol balear: Tirador abre sus puertas (11)

Imagen del velódromo de Tirador, la primera gran instalación deportiva de la historia de Baleares.

1903 arranca con la disputa del primer partido documentado de la historia de Mallorca, celebrado el primer día del año en la parte central del velódromo de Son Españolet entre el España, el primero de nuestros clubes, y una selección de equipos catalanes llamada Barcelonés. Por muchos motivos aquel encuentro constituye el kilómetro cero de nuestro fútbol, pero es sólo el comienzo de un año muy especial en el que se van a inaugurar dos emblemáticas construcciones que cambiarán para siempre tanto nuestra sociedad como la forma en la que los mallorquines entienden el deporte.

El 9 de febrero de 1903, entre una expectación sin precedentes, abre por primera vez sus puertas en la antigua Placa des Mercat, convertida ya en Plaza Weyler, el fastuoso Gran Hotel, un edificio modernista proyectado con el objetivo de ser no sólo el mejor establecimiento turístico de las islas, sino también el mejor de todo el país. Diseñado por un discípulo de Gaudí, el arquitecto catalán Lluís Doménech i Montaner, el Gran Hotel constituye un salto de calidad sin precedentes en la isla. Su construcción se demoró dos años y costó la escandalosa cantidad de 450.000 pesetas, cifra en la que se incluye la compra del solar de más de mil metros cuadrados sobre el que se ubicaría un establecimiento dotado de los principales avances tecnológicos, como su propio equipo electrógeno, que le permitía disfrutar de calefacción y agua corriente, así como energía suficiente para el funcionamiento de un

Seis días después de su inauguración, el Gran Hotel acoge su primer gran acontecimiento, cuya trascendencia nadie es entonces capaz de intuir. El 15 de febrero, en el salón principal, el poeta mallorquín Joan Alcover lee su obra «La Balanguera». Es un momento crucial para la historia insular.

A todo esto, a unos dos kilómetros de distancia del Gran Hotel, ya en las afueras de la Palma de comienzos del Siglo XX, prosiguen con paso firme las obras de edificación de la más ambiciosa instalación deportiva de las islas, el velódromo de Tirador. La expectación es máxima, y la intención de la Junta Directiva del Veloz Sport, club propietario de Tirador, es inaugurarlo a comienzos de agosto, coincidiendo con el primer aniversario del derrumbamiento del recinto amurallado.

En 1903 la sociedad Veloz Sport Balear ya es el club deportivo más poderoso de la isla. Presidido por Miquel Mestres, acaba de inaugurar un lujoso local social en pleno paseo del Borne y está a punto de abrir esta puerta, la del velódromo de Tirador. Un sueño hecho realidad para los aficionados al ciclismo y una estocada en el corazón de su más directo rival, el Círculo Ciclista, propietario del velódromo de Son Españolet, que se inauguró en 1893 y está ya obsoleto.

Casi cuatro años demoró la construcción de Tirador desde que se puso la primera piedra el 4 de diciembre de 1898. Hubo algunos momentos de zozobra, como delata esta publicación en la prensa mallorquina en la que el Veloz Sport anuncia la venta de los terrenos por no haber conseguido financiación, pero finalmente se salvaron todos los obstáculos y el 10 de agosto de 1903, en una majestuosa ceremonia con asistencia de todas las autoridades locales, abre sus puertas el que pronto iba a convertirse en el mejor velódromo de España.

Para su bautismo ante la sociedad mallorquina, Tirador ofrece un programa selecto que incluye  varios campeonatos, con premios de hasta 100 pesetas para los vencedores. Habrá dos actos. Al final del primero se procederá a una fenomenal suelta de palomas, y cuando concluya la última carrera sobre su pista de 333,33 metros cuadros se quemará una traca aérea y se soltará seis personajes voladores, según cuenta la prensa de la época.

Tirador fue desde el primer día un icono para el ciclismo mallorquín, pero las enormes posibilidades que ofrecía su terreno central para la práctica del football no pasaron desapercibidas. Tanto José Oliver Bauzá como Gaspar Moner no tardaron en advertir que estaban ante una gran oportunidad de dar un salto de calidad a lo que suponía jugar en Son Españolet y, por supuesto, pronto idearon un plan. Estaba a punto de nacer el segundo gran club de nuestra prehistoria futbolística, el Palma.