Solucionar el problema del Lluís Sitjar: Sí rotundo; ¿a cualquier precio? No

Un litro de gasolina costaba en 1945 3 pesetas (0,0180 euros), ir al cine 2 pesetas (0,0120 euros) y el precio de un periódico eran 0,45 pesetas (0,0027 euros). El sueldo de un catedrático o de un abogado era de 1.000 pesetas al mes (6 euros) y justo la mitad (3 euros) era lo que cobraba un oficinista. El gran problema además no eran los salarios, sino la enorme precariedad que existía en el país en general (estamos hablando de la época más dura del franquismo, excluida España del Plan Marshall de reconstrucción europea tras el final de la II Guerra Mundial, que fue precisamente ese año) y en Mallorca en particular. Baleares era en 1945 una de las regiones más pobres de España. Sin turismo, con pocos recursos y con una altísima tasa de analfabetismo.

En medio de este panorama de desolación al presidente del Mallorca Lluís Sitjar se le ocurrió levantar un nuevo estadio aprovechando el ascenso a Segunda División de 1944. Bons Aires se había quedado totalmente obsoleto y se adquirieron unos terrenos en las proximidades del velódromo de Tirador con el objeto de convertirlos en un campo de fútbol. El proyecto suscitó una inmediata corriente de entusiasmo, pero pronto surgió la gran pregunta: ¿y cómo se paga?

A la directiva se le ocurrió emitir 400 títulos de propiedad a 5.000 pesetas cada uno. El equivalente a cinco años de trabajo de un abogado o a diez de un oficinista. Pese a que se permitía el pago a plazos no hubo quorum suficiente, así que fue necesario aumentar el número de títulos impresos a fin de bajar el coste de cada uno de ellos: 666 a 3.000 pesetas. El mallorquinismo de la época respondió a la llamada del club y se vendieron todos los títulos. En septiembre de 1945, pocos meses después de que Hitler se suicidara en su bunker de Berlín y se descubriera una de las mayores atrocidades de la historia de la humanidad, el asesinato de ocho millones de judíos, fue inaugurado el estadio de Es Fortí.

A estas alturas del post os preguntaréis a qué viene esta parrafada que os he soltado. Pues sucede que en los próximos días -o semanas- se va a incrementar la presión sobre los copropietarios del Lluís Sitjar para que vendan sus acciones al precio unitario de 15.000 euros porque es evidente que tanto el Mallorca como el Ajuntament han llegado a un acuerdo individual y quieren resolver cuanto antes el problema del solar donde se ubicaba el antiguo estadio.

Mi impresión personal es que muchos de los copropietarios venderán porque se trata ya de segundas o terceras generaciones y su vinculación con el Mallorca es más débil. Sin embargo quedan todavía muchos hijos de los compradores originales que se resisten a deshacerse de los títulos no sólo porque creen que la oferta es insuficiente -de hecho en 2010 Aina Calvo tasó el estadio en cinco millones más-, sino por el enorme valor sentimental que tienen esas acciones para ellos.

He querido poneros en antecedentes de las condiciones sociales y económicas en las que se construyó el estadio en 1945 para que entendierais el enorme sacrificio personal y económico que hicieron muchos mallorquinistas en una época en la que en Mallorca se pasaba hambre (y no es un eufemismo, es literal). Me parecería muy injusto forzarlos ahora a vender o amenazarlos con una expropiación. Gracias a los padres de estos copropietarios el club pudo construir un estadio nuevo y desde él crecer hasta llegar en 1960 a Primera División.

Soy un maniático de la historia y creo que es nuestra obligación respetar y cuidar el pasado. Sí, por supuesto que debe solucionarse el problema del Lluís Sitjar, pero no a cualquier precio y a costa de quien sea, porque eso sería una enorme injusticia a la que yo, y ya aviso de antemano, me voy a oponer con firmeza.