Gracias por todo lo que nos diste

Los 70 fueron los años de mi infancia y en aquella época nuestras consolas de videojuegos eran los tebeos. Echando la vista atrás no los cambio ni por la próxima Playstation 6 ni por nada parecido. Lo que aprendimos en ellos no puede sustituirlo ni la más avanzada inteligencia artificial. Mi generación fue de las primeras en disfrutarlos a todo color, aunque durante mucho tiempo también siguieron publicándose en blanco y negro. Los super héroes Marvel, por ejemplo, editados por Vértice en tomos de un formato más achatado y con el perfil del protagonista resaltado en la parte superior izquierda de la portada.

La oferta era tan voluminosa y las posibilidades económicas que la mayoría teníamos entones eran tan reducidas que muchas papelerías y estancos del casco antiguo de Palma descubrieron un nuevo y lucrativo negocio: el intercambio de tebeos. La liturgia comenzaba los viernes por la tarde a la salida del colegio. Volvías rápido a tu casa, llenabas la cartera de tebeos que ya habías leído y te lanzabas como un poseso en busca de ejemplares usados, pero que aún no habían pasado por tus manos. Por muy poco dinero, en la mayoría de casos por menos de medio euro, regresabas con lectura suficiente para cubrir toda la semana. Era maravilloso porque el intercambio se prolongaba también en el patio del colegio y constituía un magnífico marco de comunicación social.

Era la época del Capitán Trueno, del Jabato, de algunos más antiguos como el Guerrero del Antifaz, el Cachorro o el Inspector Dan, pero sobre todo era la época de Mortadelo y Filemón, obra de un entonces novel dibujante llamado Francisco Ibáñez y popularizadas por la Editorial Bruguera, que en 1970 le dio identidad propia con una publicación semanal tras haber surgido doce años antes como uno más de los personajes incluidos en la revista Pulgarcito. En 1972, en vista de su enorme éxito, amplió la oferta con otra revista mensual llamada Súper Mortadelo en la que Ibáñez nos deleitó con joyas como El Sulfato Atómico, el Gang del Chicharrón, Magín el Mago o los primeros cómics que se inspiraron en el mundo del fútbol, como el álbum publicado en 1978 con motivo del Mundial de Argentina o el de cuatro años más tarde para la cita en España.

Este sábado nos dejó Francisco Ibáñez y me he tomado la licencia de dedicarle este humilde post porque tengo mucho que agradecerle. Gracias a él mi infancia y la de muchos niños de mi época fue un poquito más feliz. Descanse en paz el mago de las viñetas que hasta el final se mantuvo al pie del cañón. Le vamos a echar muchísimo de menos.