Le Saux, Ki y la brecha entre Kohlberg y Moreno

A comienzos de febrero Graeme Le Saux llamó a Andy Kohlberg y le comunicó que había descubierto una «gran operación de mercado». Se refería al surcoreano Ki Sung-yueng, que era agente libre tras haberse desvinculado del Newcastle. Ki había tenido un largo recorrido en Gran Bretaña, con un bagaje de 186 partidos y 15 goles, sin contar con su etapa en Escocia con los católicos del Celtic de Glasgow, con los que acreditaba 66 partidos y 9 goles. Sobre el papel parecía un fichaje excelente. Sobre el papel, claro.

Le Saux, que manda en el Mallorca mucho más de lo que la gente cree -ya iremos hablando de eso-, hizo venir a la isla a Ki y a su representante en un viaje surrealista porque los dos fueron sometidos a la prueba del coronavirus y cambiados de hotel con frecuencia para que nadie detectara su presencia en la isla, con la excusa de que el Huesca iba tras ellos y no se les podía adelantar. El «asesor» -es mucho más que eso- del presidente debía creer que tenía entre manos a algo así como la reencarnación de Frank Lampard.

El siguiente paso fue convencer a Vicente Moreno. Un día se presentaron en la Ciudad Deportiva Kohlberg, Le Saux y Recio y pusieron al entrenador al corriente de sus planes. Durante tres horas le «vendieron» -sobre todo Le Saux, porque Recio quedó al margen- las excelencias de un jugador que el técnico valenciano ni siquiera conocía. Vicente Moreno, al igual que el 95% de los entrenadores profesionales, se mueve en una horquilla muy limitada. No se preocupan del mercado internacional porque no les interesa y en cuanto al nacional sólo prestan atención a los jugadores ante los que se enfrentan. No es nada extraño. Héctor Cúper y Gregorio Manzano son dos casos idénticos.

A Vicente Moreno consiguieron arrancarle su aprobación tras una maratoniana reunión que incluyó vídeos del jugador y la promesa de Le Saux de que el Mallorca fichaba «un futbolista diferencial». Sin embargo, ya en su domicilio el entrenador se arrepintió y llamó para dar marcha atrás y decir que no quería a Ki, y que si se lo traían «no iba a jugar». Kohlberg se encolerizó porque había asistido personalmente a la reunión en la que el entrenador había aceptado el fichaje. Por supuesto prevaleció la opinión de Le Saux y el coreano fue anunciado oficialmente a finales de febrero. Ahí se abrió la primera herida entre el entrenador y la propiedad. Una herida que, lejos de cerrarse, ha acabado por provocar una verdadera hemorragia.

Por supuesto Vicente Moreno cumplió su amenaza. El paso de Ki por el Mallorca se resumió en nueve escasos minutos en el campo del Eibar. Fue sólo una anécdota, porque tras el desconfinamiento desapareció por completo de las convocatorias y a finales de junio el club anunció que el jugador había quedado desvinculado. Lo único que se ha sabido de su etapa en la isla es que Vicente Moreno insinuó en rueda de prensa que padecía «una lesión crónica». Hace algunas semanas se hizo público su fichaje por el Seoul, con el que todavía no ha jugado ni un solo minuto (ayer mismo disputaron un partido de cuartos de final de la Copa coreana ante el Pohang).

¿En qué estado llegó Ki a la isla? ¿Algún equipo médico supervisó su fichaje? ¿Tenía razón Vicente Moreno cuando dijo que sufría una lesión crónica? Y, sobre todo, ¿hasta dónde llega el poder o la capacidad de influencia de Graeme Le Saux? Sea como sea, el caso del jugador coreano fue la espita que encendió las diferencias entre el entrenador y la propiedad. Diferencias que a día de hoy son irreconciliables.