El error de Beltrán en la final del 98 que le costó la presidencia

Cuando en el verano de 1998 el Mallorca anunció la convocatoria de una rueda de prensa urgente en el Melià de Mar de Illetas pocos se imaginaban que se iba a producir un golpe de timón en el club de proporciones bíblicas. De repente apareció Antonio Asensio, presidente del Grupo Zeta, cuya vinculación directa a la entidad siempre se había negado oficialmente -a pesar de que era de dominio público-, para anunciar que la empresa de Bartolomé Beltrán, Vitaplanning, le había vendido sus acciones y que el comunicador abandonaba la presidencia, que pasó a manos de Guillermo Reynés, al que se le dotaron de poderes meramente institucionales, porque quien ascendió ese día al máximo escalafón del rango fue Mateu Alemany, conferido de mando en plaza por Asensio.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué es lo que llevó a Asensio a inducir a Beltrán a que vendiera sus acciones y a que diera un paso atrás? Os voy a contar una historia inédita. Una historia cuyo desenlace se sentenció en una final de Copa del Rey. En la final de 1998 en Mestalla. Abrochaos los cinturones porque vais a conocer la verdadera razón por la que Bartolomé Beltrán dejó el Real Mallorca.

Antes de irnos a Mestalla, al otro mes de abril como éste, pero de 1998, es necesario que nos remontemos algunas semanas atrás en el tiempo y que nos situemos en la finca que Antonio Asensio poseía en La Moraleja, en una de las zonas más exclusivas de Madrid, y en concreto en un fin de semana en el que el empresario invitó a almorzar a su yerno Fernando Sanz, jugador del Real Madrid, y a su hermano Paco Sanz, jugador del Mallorca.

A Asensio le habían llegado informaciones sobre la forma en la que Beltrán utilizaba los recursos económicos del club, en especial su afición a entrar en el vestuario y ofrecer premios extraordinarios a los jugadores. Premios que no se circunscribían a cantidades en metálico, sino que iban más allá. Mucho más allá. En ese almuerzo Paco Sanz le contó que el presidente había sorteado un automóvil entre la plantilla (sorteo que por cierto ganó Lluís Carreras). Asensio montó en cólera y pidió a Mateu Alemany un detalle exhaustivo del capítulo de gastos.

Con la mosca detrás de la oreja, indignado por lo que él consideraba despilfarros innecesarios, el presidente del Grupo Zeta asistió a la final de la Copa del Rey entre el Mallorca y el Barcelona en Mestalla convencido de que iba a ocupar un asiento cercano al Rey. Por protocolo ese puesto estaba reservado a los presidentes de los equipos finalistas, Bartolomé Beltrán y José Luis Núñez, pero Asensio no albergaba ninguna duda de que Beltrán se lo cedería a él. A fin de cuentas, se trataba de correrse sólo un par de asientos.

Personas entonces muy importantes en el Mallorca le insistieron a Beltrán de la conveniencia de dar un paso atrás y permitir a Asensio que estuviera cerca del Rey. Fue en vano. Era su momento de máxima gloria y no quería ceder ni un ápice. Bartolomé Beltrán ocupó el asiento que le habían asignado, a un paso de Juan Carlos I, y Asensio se quedó en segundo plano. Fue la gota que colmó el vaso. Lo que en inglés se denomina como «la paja que rompió la espalda del camello» (simplificado, the last straw). Esa noche Beltrán firmó su sentencia. Acabó la temporada, pero ya no pudo preparar la siguiente. Ya nunca más volvió al Mallorca.

P.D. Espero, por cierto, que de alguna manera u otra el Mallorca homenajee a todos los presidentes y entrenadores que llevaron al equipo a sus tres primeras finales. No tengo ninguna duda de que no lo dejarán pasar.